nació el el 24 de agosto de 1902. Fue hijo de don Raymundo Magaña Zúñiga y de María Concepción Servín. Luis era el mayor de dos hermanos, Delfino y José Soledad.
Cuentan en el pueblo que cuando era niño e iba al catecismo, el Señor Cura David Ruiz Velazco encargó a David Cardona, pintor de Arandas, un cuadro de la Virgen del Refugio. Cuando trató de pintar los ojos del Niño Dios en brazos de la Virgen, el artista buscó entre los niños del catecismo para modelo y escogió a Luis. El cuadro todavía se puede ver en la iglesia de Santa María.
Era un muchacho común, como cualquiera del pueblo. Participaba en la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) y en la Adoración nocturna del Santísimo Sacramento. Se casó con Elvira Camarena Méndez el 6 de enero de 1926. Elvira tenía 18 años y Luis tenía 24. El 11 de abril de 1927 nació su primer hijo, Gilberto. Después de su muerte nació su hija a la que Elvira le llamaría María Luisa en memoria de su padre.
Cierto tipo de literatura o de lectura ideológica de la historia suele hacer un retrato poco realista de los hombres que defendieron su fe en estos años. Luis Magaña no era un hombre violento, muy al contrario, era pacífico y hogareño. Cuando estalló el conflicto cristero en la región, él no se alistó en las filas de los beligerantes como muchos de sus paisanos. Luis nunca tuvo entre sus manos un arma. Por ello considero incorrecto denominarlo «cristero».
Claro, como un hombre que vivía en medio del conflicto, simpatizó y colaboró con la rebelión, como lo cuenta su hijo Gilberto Magaña: «Mi padre estaba muy consciente del peligro que corría, ya que mi abuelo Raymundo lo ayudaba a recolectar las cosas para enviarlas a los cristeros«.
Cuando los soldados del Ejército Federal toman Arandas, el general Miguel Zenón que estaba al cargo dispuso la captura de los católicos que simpatizaran con la resistencia y uno de ellos fue Luis Magaña Servín.
Cuando llegaron a su casa, éste ya se había ocultado bien y fue reemplazado por su hermano menor, Delfino, que era dos años menor que él. Le dijeron a don Raymundo que si Luis no se presentaba aquél mismo día, fusilarían a su hijo menor. Cuando Luis llegó a su casa al mediodía, encontró a sus padres y a su esposa llorando. Le contaron lo ocurrido, Luis comprendiendo perfectamente la situación les dice:
-«Tranquilícense. Voy a hablar con el general Martínez para averiguar lo que pasa, y les prometo traerles aquí a Delfino. A lo más, me enviarán a Guadalajara, donde se arreglará todo«.
Se cambia de ropa, se pone el traje con el que se había casado y sale de casa para presentarte ante el general Martínez, solicitando la libertad de su hermano a cambio de la suya. Lo encuentra en la notaría parroquial que fue usado como cuartel militar, se presenta y estas fueron sus palabras: «Yo nunca he sido rebelde cristero como ustedes me titulan, pero si de cristiano se me acusa, sí, lo soy, y si por eso debo ser ejecutado, bienvenido y en hora buena. ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!«.
Así fue como el militar libera a Delfino y decretó la muerte de Luis en el atrio de la parroquia. Fue conducido hacia allá, donde dijo sus últimas palabras: «Pelotón que me ha de ejecutar: quiero decirles que desde este momento quedan perdonados y les prometo que al llegar ante la presencia de Dios será por los primeros que pediré. ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!«. Las crónicas cuentan que eran las tres de la tarde del día 9 de febrero de 1928.
Su padre puso una pequeña cruz de madera incrustada en la cantera de la fachada de la iglesia parroquial como recuerdo del martirio de su hijo. En la última remodelación de la fachada del templo se mantuvo esa cruz aunque fueron tapados los agujeros de las balas sobre la pared, que mucha gente recuerda haber visto durante años. Fue beatificado el 20 de Noviembre 20 de 2005 en el Estadio Jalisco de Guadalajara por el Cardenal José Saraiva Martins.